Me
buscaste, ágil como el viento,
y sin
decirme una palabra,
me hablaste
con tu cuerpo
de
seducción y pasión,
de
placeres y sueños.
Mis
vientos fríos del norte
chocaron con
el calor del sur de los tuyos,
nuestra
brisa se volvió tornado,
y en un
instante,
nos encontramos
sin ropa que nos estorbara,
dispuestos
a sentir los envites del ciclón
en cada
centímetro de nuestra piel.
Mi deseo
tomó forma
fuerte y
flexible como una palmera,
que se
inclina ante la fuerza de tu ciclón huracanado,
pretendiendo
arrancarlo de cuajo con sus acometidas,
para
dejarlo mojado y derrotado.
Gotas perladas de lluvia
empiezan a
deslizarse por nuestros cuerpos,
el ciclón
parece calmarse por momentos,
y jadeando,
nos damos un respiro.
Pero no
hay tregua,
el huracán
vuelve con energías redobladas,
terminando
por empaparme de lluvia fresca y dulce,
zarandeándonos
a ritmo frenético y orgásmico,
golpeándonos
en sus últimos estertores,
para
dejarnos exhaustos y doloridos,
agonizamos
unidos en un abrazo eterno.
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