Impaciente por plasmar tu cuerpo,
mi pluma late en deseo
por deslizarse en tu alma
y memorizar, de tu ser, cada poro.
Montañas de riscos turgentes,
valles y curvas perfectas,
mis manos, hábiles,
desnudan tu silueta,
examinando cada detalle.
Dilatando el momento,
mojo mi pluma en tu fuego,
y juego a dibujar trazos de amor,
recorriendo tu piel, temblorosa.
Trazando el camino de tus labios,
sobre el lienzo que se humedece,
el tiempo parece detenerse
cuando me deslizo en tu fuente,
eres calidez y ternura,
todas tus barreras caen derribadas.
Un gemido rompe la noche.
Buscando la mezcla de color perfecta,
que refleje la belleza de tu alma,
los trazos se mueven al compás
de la música de nuestros corazones.
Ignorando el mundo alrededor,
el torbellino de color cambia su dirección,
y con mi boca sigo admirando maravillas,
camino de la mayor victoria.
Mis esbozos te hacen agua, que bebo, sediento,
almizcle y caramelo, obra de arte,
difícil respirar, el aire se vuelve espeso,
mientras descubro lo que fué desconocido,
según la pincelada, así se estremece tu cuerpo.
Finalmente, la noche se rompe,
y explotas, liberando toda tu tensión,
en un último trazo de amor y pasión.