Estabas anclada a mi,
pero en fondo débil al parecer,
pues cuando la tempestad arreciaba
llevó tu barco lejos de mi.
Tantos buenos momentos,
tantas confesiones y palabras susurradas al oído,
difíciles de olvidar.
Me encantaba la forma en que me hacías sentir,
cuando te sentía enamorada de mi,
era lo más grande que me hizo sentir nadie,
nadie en este mundo.
Y sin embargo, tan rápido como viniste te fuiste,
sin luchar, sin perseguir nuestros sueños,
que eran los mismos,
buscar nuestro sitio en la sociedad,
un proyecto de vida que pintaba bien,
tú ponías el corazón, yo la razón,
pero el corazón no entiende de razones.
Me quedo con los buenos momentos,
y perdona mis reproches,
sentimientos de frustración,
que no llevan a ninguna parte.
¿Recuerdas cuando andábamos
juntos por la playa de la mano?
¿Recuerdas cuando nuestras mentes eran una?
¿Recuerdas lo bueno de cada uno?
Y las risas cuando no había presiones ni exigencias...
Me quedo con los buenos momentos,
de mirarte mientras dormías,
de abrazarte a todas horas,
me quedo con la pasión y la ternura,
cuando anidábamos en el pecho del otro,
con las anécdotas diarias que al llegar a casa
nos contábamos.
Tal vez en otra vida,
en otro tiempo nos veamos de nuevo,
porque las almas gemelas siempre van unidas,
pero no permitas que nadie cambie tu forma de ser,
te querrán tal como eres,
virtudes no te faltan,
sigue con tu alegría, tu sonrisa fácil,
tu madurez y tus vaciles.
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