4 oct 2008

Cuando hay amor sin corazón

Y esperas.

Esperas a tu oportunidad para cumplir tu objetivo.
Para sentirte mejor contigo misma.

Sólo tú. Y tu egoísmo.
Porque no hay nadie más
en este momento.
Tratas de alimentarle a él,
pero en realidad te alimentas a tí.


Haga lo que él haga,
la realidad no cambiará.


Ni su cara, gritando en la oscuridad
que no quiere más,
te hace cambiar de parecer.


Le conoces muy bien.
El te dice que no,
aunque a veces
no sea con palabras.

Maldita sea.
No pararás.
No pararás hasta que se lo acabe todo.
Ni aunque te diga que no.
A pesar de la evidencia.


Le cebas mientras él,
contrariado,
se entretiene mientras
tu juegas al despiste.


Una cucharada más,
dos muecas al unísono.


Un masticar sin ganas,
otro servil trago.


Por fin, el mal trago pasa,
ves saciada tu hambre,
cuando él termina.


Y mientras yo,
lloro en silencio,
porque lo que más quiero,
lo que llena nuestras vidas,
se ha mancillado un poco más.


Y él, otro día más,
poco a poco,
aprenderá a odiar
su paladar.

A los que tienen un niño que no come lo que desean: Nunca le obliguéis; no conseguiréis nada. Sólo rechazo, rechazo a la comida y a vosotros.
O, tal vez, otro niño obeso en la sociedad.

"Ningún niño se muere de hambre si tiene comida a su alcance".
"De bebés lloran para pedir, luego llorarán para que no les den".
"Comer es un placer, y como tal hay que disfrutarlo. No una obligación".

Más:



Mi niño no me come; de Carlos Suárez (libro)

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